Spa
Compartía el yacuzzi con una pareja.
Veinteañeros y menudos,
ella sin tetas,
le sobraban dos talles del corpiño de la bikini.
Nos protegían a los tres
decenas de burbujas calientes
con su neblina ámbar
sobre la tarde de invierno en la isla.
Tuve que volver a la cabaña a masturbarme.
Me atravesaba el recuerdo
del humo en el bar cubano,
sentía hervir la sangre
como después de varias copas
sobre la barra sucia
donde juro que vi a Chet Baker
envejecer
treinta y cinco años en un par de horas.
viernes, 3 de octubre de 2014
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