ARACA SUR es un espacio artistico que surge ante la necesidad de vivir y difundir nuestra identidad. Por un lado como habitantes de la geografía del sur del mundo, de Latinoamérica, de Buenos Aires. Por otro, ARACA SUR, también participa del sentimiento de sentirse o "ser" al sur como elección y no sólo como determinante de una ubicación geográfica.
O apenas un recorte personal de nuestra Historia intrincada al margen de un río barroso.





miércoles, 30 de marzo de 2011

Tengo que hacerlo, creo que me puede aclarar algunas cosas que ella no dice. Sé que esconde algo, no sé si a mí, pero de todas maneras me implica porque lo sé, lo percibo cada vez que sonríe, o calla. Son esos puentes que no veo, y que ella cruza frente a mí sin pudor y sin conciencia de estar abriendo, a lo largo de su sombra, esta angustia dentro mis días. Después de intentar preguntas inútiles que sólo han recibido, justamente, respuestas inútiles, o a medias, creo que la grieta, el lugar a dónde asentar mi base de estudio ha de situarse donde el sueño la vence, por si hubiese algo que no pudiera controlar. Cuando duerme tiene que estar desprevenida, tiene que poder relajarse, de qué otra manera entonces podría despertar tan fresca, como contenta y hasta con una mirada cómplice con lo que acaba de dejar del otro lado. Yo sé que puedo intentar decodificar sus movimientos, clasificar sus sonidos. Tengo un estudio sobre posturas al dormir que me sirve de base, pero no quiero confundirme, ella tal vez lo conozca, está en internet. Quizás maneja el punto de las posturas, lo ha estudiado y está bien resguardado. Pero si hay una esperanza de la que puedo colgarme son esas horas, no muchas, pero suficientes (un tercio del día está bastante bien para mi estudio) para poder ir trazando mapas de zonas a vigilar, y luego poder despejar las incógnitas que he detallado a modo de hoja de ruta. Lo que no pude, llevado por la ansiedad de acercarme al éxito de mi empresa, es clasificar mis inquietudes, ponerles un orden numérico a los temas que me interesan develar de ella. Por ejemplo, no puedo decidir si va primero indagar sobre su obsesión casi ritualista con los colores que elige para vestirse o si, en cambio, es más importante poder comprender por qué se empeña en continuar trayendo a casa todo tipo de plantas que van a terminar secándose pronto o muriendo por exceso de agua.
Y yo sé que sus sueños no forman parte de una constelación lejana de planetas a donde va a jugar de noche en noche. Ella me lo dijo, sus sueños son otra puerta hacia ella. No existe un muro entre el sueño y la vigilia. Ella sabe que va hacia allí cuando se acuesta. No estoy seguro de que ya en la cama se perciba en sus ojos ese orgullo de saberse inalcanzable en ese punto. Pero sí hay algo en ellos cuando me besa en el momento anterior a cerrarlos, algo como serenidad, la serenidad de quien posee seguridad, sin duda. La seguridad de saber dónde va a vivir las próximas ocho horas.
Y allá no estoy. Allá debe estar lleno de cosas que son ella sin mí. Allá se me escapa. Y no la quiero perder.

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