tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia pie-
dra te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga
hermosa!
lunes, 4 de octubre de 2010
miércoles, 4 de agosto de 2010
"Bajo las estrellas del invierno". Héctor Viel Temperley.
La liebre que una vez que yo miraba
atardecer --volaban los chimangos!--
salió del sol y se sentó a mirarme
El pájaro que una mañana
se posó exactamente sobre mi corazón
a una hora en que su cuerpo todavía
calentaba la piel más que el sol
El pene entre mis dedos de ese enfermo
al que ayudé a orinar mientras marchábamos
lentamente una noche a un hospital
cruzando playas de estacionamiento
La perra que buscaba a mi pene en la sombra
cada vez que salía para orinar desnudo
mirando las estrellas del invierno
antes de regresar corriendo hasta el colchón
iluminado por el fuego que ardía toda la noche
en los troncos que hachaba con mi hacha todo el día
La mujer que pedía serenamente auxilio
agitando los brazos y volviendo a nadar
en las primeras horas de una tarde pesada
en que yo con el pan en el estómago
no encontraba a otro hombre en las orillas
Y todos los metros que nadé por el mar
sin ver jamás a la terrible aleta
Y mi alegría de noche en las ramas de un árbol
oyendo tangos en mi adolescencia
Y mis siestas sentado junto al cajón de un muerto
descansando en la digna frescura de una bóveda
del verano porteño que nos había humillado
Hablo de todas las horas y de todos los días
y de todas las estaciones y de todos los años
Pero la liebre que una vez que estaba solo
se ubicó exactamente entre el sol y mis ojos
guardando exactamente la distancia
que guarda un ángel que visita a un hombre...
Y el pájaro que un día
se posó exactamente sobre mi corazón
lo que es igual a recibir de un golpe
el propio corazón en el lugar exacto
el único lugar del universo
donde es una victoria recibirlo...
Y la perra que se acercaba agitando la cola
cada vez que volvíamos a encontrarnos desnudos
y solos bajo el cielo del oeste...
En fin...
Brillan los miles de ojos que me miran
Brillan las estrellas del oeste en invierno
Sobre la borda del colchón iluminada por las llamas
me siento arreglo el fuego
leo diarios viejos mientras mi sombra crece
Son las tres de la tarde en el reloj
que después del almuerzo se detiene
La noche es larga
Toda la noche sopla el viento
Mi muslo brilla con la saliva de la perra
o entre las piernas de una mujer de buen carácter
desnuda alegre dormida satisfecha
Vuelvo a despertarme cuando quiero
Vuelvo a salir al frío y a orinar nuevamente
porque estas noches bebo mucha agua
El fuego hace sudar al que lo cuida
En fin...
Hice orinar a un hombre
Salvé del mar a una mujer lejana
Y sé que puedo recordar algunos otros
actos de más amor de más coraje
En fin...
Pienso en todas las horas pienso en todos los días
pienso en todos los años sin encontrar mi imagen
Pero una liebre un pájaro una perra
me miraron a los ojos al corazón al sexo
como creo que sólo me miró también el mar
una madrugada de verano en que vagaba
con una pistola en el puño sin tener donde afeitarme
atardecer --volaban los chimangos!--
salió del sol y se sentó a mirarme
El pájaro que una mañana
se posó exactamente sobre mi corazón
a una hora en que su cuerpo todavía
calentaba la piel más que el sol
El pene entre mis dedos de ese enfermo
al que ayudé a orinar mientras marchábamos
lentamente una noche a un hospital
cruzando playas de estacionamiento
La perra que buscaba a mi pene en la sombra
cada vez que salía para orinar desnudo
mirando las estrellas del invierno
antes de regresar corriendo hasta el colchón
iluminado por el fuego que ardía toda la noche
en los troncos que hachaba con mi hacha todo el día
La mujer que pedía serenamente auxilio
agitando los brazos y volviendo a nadar
en las primeras horas de una tarde pesada
en que yo con el pan en el estómago
no encontraba a otro hombre en las orillas
Y todos los metros que nadé por el mar
sin ver jamás a la terrible aleta
Y mi alegría de noche en las ramas de un árbol
oyendo tangos en mi adolescencia
Y mis siestas sentado junto al cajón de un muerto
descansando en la digna frescura de una bóveda
del verano porteño que nos había humillado
Hablo de todas las horas y de todos los días
y de todas las estaciones y de todos los años
Pero la liebre que una vez que estaba solo
se ubicó exactamente entre el sol y mis ojos
guardando exactamente la distancia
que guarda un ángel que visita a un hombre...
Y el pájaro que un día
se posó exactamente sobre mi corazón
lo que es igual a recibir de un golpe
el propio corazón en el lugar exacto
el único lugar del universo
donde es una victoria recibirlo...
Y la perra que se acercaba agitando la cola
cada vez que volvíamos a encontrarnos desnudos
y solos bajo el cielo del oeste...
En fin...
Brillan los miles de ojos que me miran
Brillan las estrellas del oeste en invierno
Sobre la borda del colchón iluminada por las llamas
me siento arreglo el fuego
leo diarios viejos mientras mi sombra crece
Son las tres de la tarde en el reloj
que después del almuerzo se detiene
La noche es larga
Toda la noche sopla el viento
Mi muslo brilla con la saliva de la perra
o entre las piernas de una mujer de buen carácter
desnuda alegre dormida satisfecha
Vuelvo a despertarme cuando quiero
Vuelvo a salir al frío y a orinar nuevamente
porque estas noches bebo mucha agua
El fuego hace sudar al que lo cuida
En fin...
Hice orinar a un hombre
Salvé del mar a una mujer lejana
Y sé que puedo recordar algunos otros
actos de más amor de más coraje
En fin...
Pienso en todas las horas pienso en todos los días
pienso en todos los años sin encontrar mi imagen
Pero una liebre un pájaro una perra
me miraron a los ojos al corazón al sexo
como creo que sólo me miró también el mar
una madrugada de verano en que vagaba
con una pistola en el puño sin tener donde afeitarme
martes, 13 de julio de 2010
Adelantos de "Lo verde que no es"
yo te encontré
hamacándote entre el barro y lo sublime
la sonrisa mínima en el gesto
de quien finalmente aprendió a no esperar
hacías canciones como guerras
y la maravilla era ver el estallido
de tu indiferencia contra el tiempo
solías dejar pequeños dolores
azules como migas
para que te siga
alguna vez tuve tu mano y
toqué la distancia entre
tu mundo de colores muertos
y el mío ciego
hecho para las inútiles excavaciones
te gustaba el frío juego
de entrar/salir de mis agujeros
parecías adorar sentir el hielo en mi abrazo
nunca supiste que yo estaba allí
pienso en la manera en que presentías la furia
y cómo te vestías
de verde
para lucirla en escena
fuiste cruel y sincera
y siempre hermosa en tu silencio
simplente te perdías en el ser
como una nena en un arenero
con caramelos
cuando quise tocarte te rompiste
y con tus pedazos sigo
armando el mapa de lo que aún
late bajo estos huesos sin preguntas
algo húmedo que tiembla
como el amor
hamacándote entre el barro y lo sublime
la sonrisa mínima en el gesto
de quien finalmente aprendió a no esperar
hacías canciones como guerras
y la maravilla era ver el estallido
de tu indiferencia contra el tiempo
solías dejar pequeños dolores
azules como migas
para que te siga
alguna vez tuve tu mano y
toqué la distancia entre
tu mundo de colores muertos
y el mío ciego
hecho para las inútiles excavaciones
te gustaba el frío juego
de entrar/salir de mis agujeros
parecías adorar sentir el hielo en mi abrazo
nunca supiste que yo estaba allí
pienso en la manera en que presentías la furia
y cómo te vestías
de verde
para lucirla en escena
fuiste cruel y sincera
y siempre hermosa en tu silencio
simplente te perdías en el ser
como una nena en un arenero
con caramelos
cuando quise tocarte te rompiste
y con tus pedazos sigo
armando el mapa de lo que aún
late bajo estos huesos sin preguntas
algo húmedo que tiembla
como el amor
ofrendas
como el instante cóncavo a donde van a ahogarse los mejores animales de tu memoria
y esa debilidad por los despojos que te cubre los hilitos
de voz
cuando olvidás la certeza en la calle
fundan este espacio que te nombra
con ternura cruda
cuelan las armas de la astucia
y todo lo que sobra es derramado sobre tu vestido
ahora en tu patio está la tarde lamiendo el rastro salado de una sonrisa que va secándose como el poema de un pájaro que se resiste a ser dibujado.
como el instante cóncavo a donde van a ahogarse los mejores animales de tu memoria
y esa debilidad por los despojos que te cubre los hilitos
de voz
cuando olvidás la certeza en la calle
fundan este espacio que te nombra
con ternura cruda
cuelan las armas de la astucia
y todo lo que sobra es derramado sobre tu vestido
ahora en tu patio está la tarde lamiendo el rastro salado de una sonrisa que va secándose como el poema de un pájaro que se resiste a ser dibujado.
sábado, 10 de julio de 2010
"Como reina que acaba" de Néstor Perlongher
Como reina que vaga por los prados donde yacen los restos de un
ejército y se unta las costuras de su armiño raído con la sangre o
el belfo o con la mezcla de caballos y bardos que parió su aterida
monarquía
así hiede el esperma, ya rancio, ya amarillo, que abrillantó su blondo
detonar o esparcirse —como reina que abdica— y prendió sus pe-
zones como faros de un vendaval confuso, interminable, como
sargazos donde se ciñen las marismas
Y fueran los naufragios de sus barcas jalones del jirón o bebederos de
pájaros rapaces, pero en cuyo trinar arde junto al dolor ese presentimiento
de extinción del dolor, o de una esperanza vana, o mentirosa, o aún más
la certidumbre
de extinción de extinción como un incendio
como una hoguera cenicienta y fatua a la que atiza apenas el aliento de
un amante anterior, languidecente, o siquiera el desvío de una nube, de
un nimbo
que el terreno de estos pueriles cielos equivale a un amante, por más
que éste sea un sol, y no amanezca
y no se dé a la luz más que las sombras donde andan las arañas, las
escolopendras con sus plumeros de moscas azules y amarillas
(Por un pasillo humedecido y hosco donde todo fulgor se desvanece)
Por esos tragaluces importunas la yertez de los muertos, su molicie,
yerras por las pirámides hurgando entre las grietas, como alguien que
pudiera organizar los sismos
Pero es colocar contra el simún tu abanico de plumas, como lamer el aire
caliente del desierto, sus hélices resecas
ejército y se unta las costuras de su armiño raído con la sangre o
el belfo o con la mezcla de caballos y bardos que parió su aterida
monarquía
así hiede el esperma, ya rancio, ya amarillo, que abrillantó su blondo
detonar o esparcirse —como reina que abdica— y prendió sus pe-
zones como faros de un vendaval confuso, interminable, como
sargazos donde se ciñen las marismas
Y fueran los naufragios de sus barcas jalones del jirón o bebederos de
pájaros rapaces, pero en cuyo trinar arde junto al dolor ese presentimiento
de extinción del dolor, o de una esperanza vana, o mentirosa, o aún más
la certidumbre
de extinción de extinción como un incendio
como una hoguera cenicienta y fatua a la que atiza apenas el aliento de
un amante anterior, languidecente, o siquiera el desvío de una nube, de
un nimbo
que el terreno de estos pueriles cielos equivale a un amante, por más
que éste sea un sol, y no amanezca
y no se dé a la luz más que las sombras donde andan las arañas, las
escolopendras con sus plumeros de moscas azules y amarillas
(Por un pasillo humedecido y hosco donde todo fulgor se desvanece)
Por esos tragaluces importunas la yertez de los muertos, su molicie,
yerras por las pirámides hurgando entre las grietas, como alguien que
pudiera organizar los sismos
Pero es colocar contra el simún tu abanico de plumas, como lamer el aire
caliente del desierto, sus hélices resecas
"Fresca" Ricardo Zelarrayán (Argentina, Entre Ríos, Paraná, 1940)
El que se escapa termina solo. Días, a la larga dentelladas, y
el aire no se tiñe como el agua.
Nada pasa de largo y nadie se aguanta tampoco. Traicionera canción
de piedras que se desmoronan. Vaya canto a la soledad. Humo
negro en noche aún más negra que borrachea en el tiempo, sola
al fin, suelta y olvidada como una noche cualquiera.
Se siente en los tobillos, el sueño, el humo, tiempo, hace pasar
los trenes, las carretas lentas, culebras, babosas, lombrices
ciegas.
Las distancias cortas de los cabellos que pudieron escaparse de
la piedra traída de los pelos y de la maldición dicha sin ganas,
estropeada y cariada.
No más ilusiones perpetuamente iluminadas por el sol. La
siesta aplana. El filo es filo.
El cuerpo…o se quiebra o se queda. Aplastado ahí nomás.
Cálculo o maldición no alcanzan a salir de boca e’bagre
apestado.
Sonrisa, un humo de tantos sobre un vértigo de borrachera y el
humo rápido.
Guiñada oscura de los ojos cobardones. Grito blando. Y ni
aguja ni aguijón suicida
Cuerpo de puro salto, gritito, cuerpo blandito. Mordida sin
pausa, serrucho melodiando siempre.
Traición merodea, traición melodea, traición empuja a pura
uña. Y queda el arranque nomás. El arranque de motor
todo. Borrar, pasar el trapo alegremente entre la serenata
de los sapos y el humo silencioso sobre el agua.
La fresca al fin, a fresca. La flor que no se horca nunca.
el aire no se tiñe como el agua.
Nada pasa de largo y nadie se aguanta tampoco. Traicionera canción
de piedras que se desmoronan. Vaya canto a la soledad. Humo
negro en noche aún más negra que borrachea en el tiempo, sola
al fin, suelta y olvidada como una noche cualquiera.
Se siente en los tobillos, el sueño, el humo, tiempo, hace pasar
los trenes, las carretas lentas, culebras, babosas, lombrices
ciegas.
Las distancias cortas de los cabellos que pudieron escaparse de
la piedra traída de los pelos y de la maldición dicha sin ganas,
estropeada y cariada.
No más ilusiones perpetuamente iluminadas por el sol. La
siesta aplana. El filo es filo.
El cuerpo…o se quiebra o se queda. Aplastado ahí nomás.
Cálculo o maldición no alcanzan a salir de boca e’bagre
apestado.
Sonrisa, un humo de tantos sobre un vértigo de borrachera y el
humo rápido.
Guiñada oscura de los ojos cobardones. Grito blando. Y ni
aguja ni aguijón suicida
Cuerpo de puro salto, gritito, cuerpo blandito. Mordida sin
pausa, serrucho melodiando siempre.
Traición merodea, traición melodea, traición empuja a pura
uña. Y queda el arranque nomás. El arranque de motor
todo. Borrar, pasar el trapo alegremente entre la serenata
de los sapos y el humo silencioso sobre el agua.
La fresca al fin, a fresca. La flor que no se horca nunca.
miércoles, 7 de julio de 2010
lunes, 5 de julio de 2010
Horacio Castillo (Ensenada, 28 de mayo de 1934 – La Plata, 5 de julio 2010).
DICE EURÍDICE
La ansiedad me dominó, y luego la inquietud, cuando supe que venías:
horror de que me vieras así, con este tocado de sombra,
el pelo sin brillo -el pelo, que el sol no se cansaba de dorar.
Terror también de que no fueras el mismo -el que permanecía en mi memoria-
y al mismo tiempo curiosidad por ver de nuevo un ser vivo.
Hace tanto que nadie venía por aquí,
tanto que nadie se llevaba un alma o un perro,
que cuando oí tus pasos y tu voz llamándome,
cuando por fin te estreché, más que a ti estaba abrazando a la vida.
Después tu calor me condensó, me secó como una vasija,
y caminé por el sombrío corredor
otra vez con aquella máquina atronadora dentro del pecho
y un carbón encendido en medio de las piernas.
Caminé de tu brazo, imaginando ya la luz,
los árboles junto a los cuales caminábamos,
aquella habitación llena de espejos
donde flotábamos como dos ahogados.
Hasta que de pronto tu paso se hizo nervioso,
tu pensamiento se espantó como un caballo,
y vi que tratabas de desprenderte de mí,
de librarte de la trampa de la materia mortal.
"No te vayas -supliqué- no me dejes aquí,
déjame ver de nuevo las nubes y el sol,
suéltame por el mundo como una potranca tracia."
Pero tú ya corrías hacia la salida,
y durante siete días y siete noches oí cómo llorabas,
cómo cantabas en la ribera del río infernal
nuestra vieja canción: "Lo lejano, sólo lo más lejano perdura."
De “Alaska”, 1993
La ansiedad me dominó, y luego la inquietud, cuando supe que venías:
horror de que me vieras así, con este tocado de sombra,
el pelo sin brillo -el pelo, que el sol no se cansaba de dorar.
Terror también de que no fueras el mismo -el que permanecía en mi memoria-
y al mismo tiempo curiosidad por ver de nuevo un ser vivo.
Hace tanto que nadie venía por aquí,
tanto que nadie se llevaba un alma o un perro,
que cuando oí tus pasos y tu voz llamándome,
cuando por fin te estreché, más que a ti estaba abrazando a la vida.
Después tu calor me condensó, me secó como una vasija,
y caminé por el sombrío corredor
otra vez con aquella máquina atronadora dentro del pecho
y un carbón encendido en medio de las piernas.
Caminé de tu brazo, imaginando ya la luz,
los árboles junto a los cuales caminábamos,
aquella habitación llena de espejos
donde flotábamos como dos ahogados.
Hasta que de pronto tu paso se hizo nervioso,
tu pensamiento se espantó como un caballo,
y vi que tratabas de desprenderte de mí,
de librarte de la trampa de la materia mortal.
"No te vayas -supliqué- no me dejes aquí,
déjame ver de nuevo las nubes y el sol,
suéltame por el mundo como una potranca tracia."
Pero tú ya corrías hacia la salida,
y durante siete días y siete noches oí cómo llorabas,
cómo cantabas en la ribera del río infernal
nuestra vieja canción: "Lo lejano, sólo lo más lejano perdura."
De “Alaska”, 1993
lunes, 28 de junio de 2010
Poema El perro sin plumas- (Paisaje del Capibaribe II)-(Continuación)
Porque en el agua del río es
donde ellos se pierden
(lentamente
y sin dientes.)
Allí se pierden
(como no se pierde una aguja.)
Allí se pierden
(como no se rompe un reloj.)
Allí se pierden
como no se rompe un espejo.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada;
seco el diente seco
con que de repente
en el hombre se rompe
el hilo del hombre.
En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en fango; en un fango
que poco a poco
tampoco puede hablar:
que poco a poco
asume los difuntos
ademanes del fango,
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del fango.
En el paisaje del río
es difícil saber
dónde empieza el río;
dónde empieza
en el río el fango;
dónde la tierra
empieza en el fango;
dónde el hombre,
dónde la piel
empiezan en el fango;
dónde empieza el hombre
en aquel hombre.
Difícil es saber
si aquel hombre
no está ya
más acá del hombre;
más acá del hombre
capaz al menos de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plaza;
capaz de gritar
si la muela le tritura el brazo;
capaz
de tener la vida triturada
y no únicamente
disuelta
(en aquel agua blanda
ablanda los huesos
como ablandó las piedras.)
donde ellos se pierden
(lentamente
y sin dientes.)
Allí se pierden
(como no se pierde una aguja.)
Allí se pierden
(como no se rompe un reloj.)
Allí se pierden
como no se rompe un espejo.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada;
seco el diente seco
con que de repente
en el hombre se rompe
el hilo del hombre.
En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en fango; en un fango
que poco a poco
tampoco puede hablar:
que poco a poco
asume los difuntos
ademanes del fango,
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del fango.
En el paisaje del río
es difícil saber
dónde empieza el río;
dónde empieza
en el río el fango;
dónde la tierra
empieza en el fango;
dónde el hombre,
dónde la piel
empiezan en el fango;
dónde empieza el hombre
en aquel hombre.
Difícil es saber
si aquel hombre
no está ya
más acá del hombre;
más acá del hombre
capaz al menos de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plaza;
capaz de gritar
si la muela le tritura el brazo;
capaz
de tener la vida triturada
y no únicamente
disuelta
(en aquel agua blanda
ablanda los huesos
como ablandó las piedras.)
miércoles, 23 de junio de 2010
"Envíos" Jorge Boccanera
Todo lo que se da llega a destiempo.
No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
carta,
y va a darse a destiempo,
nada es lo que
esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
sucio de odio.
Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.
Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.
No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
carta,
y va a darse a destiempo,
nada es lo que
esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
sucio de odio.
Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.
Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.
"¿Quién?" Juana Molina
¿Quién la abrazará por siempre?
¿Quién le curará la tos?
Siempre y cuando esté presente
...una madre es más que dos
Y si no estoy ¿quién será su mamá?
¿quién vendrá si yo me voy de acá?
Una vez estuve ausente
me fue bien, me divertí.
Con razones suficientes
al volver me arrepentí
Porque al llegar la vi
y supe que ella ya no me esperaba
Sus ojitos lo decían todo:
Nunca más, mamá, te vayas.
¿Quién le curará la tos?
Siempre y cuando esté presente
...una madre es más que dos
Y si no estoy ¿quién será su mamá?
¿quién vendrá si yo me voy de acá?
Una vez estuve ausente
me fue bien, me divertí.
Con razones suficientes
al volver me arrepentí
Porque al llegar la vi
y supe que ella ya no me esperaba
Sus ojitos lo decían todo:
Nunca más, mamá, te vayas.
viernes, 18 de junio de 2010
jueves, 17 de junio de 2010
MARQUINA EN LA MAÑANA REPARANDO LOS RASTROS QUE LA DEBILIDAD LE DEJA CUANDO DUERME
POR DANIEL DURAND
no permitas que nadie te enseñe a escribir, no dejes que nadie te de indicaciones, no te desalientes, no preguntes, aprendé solo , fijate que la inmensa mayoría es basura, que no te guste lo que escribís porque le gusta a la que te gusta, si lo que escribís le gusta a la que querés tirá todo eso, dejá lo que no entendés, no tirés nunca lo que te da vergüenza, poné los nombres verdaderos de tus parientes y amigos, si los cambiás vas a ver que ya no existen, y no se puede escribir de lo que no existe, no dejes que nadie te alabe, cuando te digan que es muy bueno lo que escribís empezá con otra cosa, si se te ocurre un poema escribí en prosa, si te viene una novela, escribí un poemita, nunca corrijas textos que sabés que pueden mejorar , corregí lo que no te acordabas que existía, no te olvides que los bailes están cargados, alguien los puso ahí para que vayas y creás que podés contarlos, escribí de lo que va a pasar como si estuviera pasando, inventá una escritura biográfica, no dejés que la realidad destruya tus papeles, cambiá la realidad para que se parezca a lo que escribís. Si cogés que sea para contarlo, no te encames por amor, nunca, si sufrís que sea para darle existencia a un personaje, no dejés que la experiencia te sirva para algo fuera de la literatura, sé un perro, siempre, apostá al caos, el tiempo después ordena todo, lo junta, la gente le pone nombre a todo lo que hiciste, no hagás caso, de nada, no sirve estar triste por lo que pasa, los que te destruyeron te odian, nunca olvides eso, los que te odian te envidian, no hay vuelta, los que te envidian te aman, y no olvides que esa noche de gloria es eterna y sirve para siempre, nunca vas a poder quejarte. ah, me olvidaba, hay que borrar todo esto…
(De: “Marquina”, incluido en “El Estado y él se amaron”)
no permitas que nadie te enseñe a escribir, no dejes que nadie te de indicaciones, no te desalientes, no preguntes, aprendé solo , fijate que la inmensa mayoría es basura, que no te guste lo que escribís porque le gusta a la que te gusta, si lo que escribís le gusta a la que querés tirá todo eso, dejá lo que no entendés, no tirés nunca lo que te da vergüenza, poné los nombres verdaderos de tus parientes y amigos, si los cambiás vas a ver que ya no existen, y no se puede escribir de lo que no existe, no dejes que nadie te alabe, cuando te digan que es muy bueno lo que escribís empezá con otra cosa, si se te ocurre un poema escribí en prosa, si te viene una novela, escribí un poemita, nunca corrijas textos que sabés que pueden mejorar , corregí lo que no te acordabas que existía, no te olvides que los bailes están cargados, alguien los puso ahí para que vayas y creás que podés contarlos, escribí de lo que va a pasar como si estuviera pasando, inventá una escritura biográfica, no dejés que la realidad destruya tus papeles, cambiá la realidad para que se parezca a lo que escribís. Si cogés que sea para contarlo, no te encames por amor, nunca, si sufrís que sea para darle existencia a un personaje, no dejés que la experiencia te sirva para algo fuera de la literatura, sé un perro, siempre, apostá al caos, el tiempo después ordena todo, lo junta, la gente le pone nombre a todo lo que hiciste, no hagás caso, de nada, no sirve estar triste por lo que pasa, los que te destruyeron te odian, nunca olvides eso, los que te odian te envidian, no hay vuelta, los que te envidian te aman, y no olvides que esa noche de gloria es eterna y sirve para siempre, nunca vas a poder quejarte. ah, me olvidaba, hay que borrar todo esto…
(De: “Marquina”, incluido en “El Estado y él se amaron”)
martes, 15 de junio de 2010
martes, 11 de mayo de 2010
"El augurio" Juan Rodolfo Wilcock
Sentados sobre un muro los Troyanos
vieron pasar a Helena, sorprendidos,
en un barco de remos repetidos,
y con asombro unieron sus dos manos;
y en el cielo sus rápidos hermanos,
sobre el puerto de Ilión inadvertidos,
anunciaron desastres, y sonidos
de guerra, y otros barcos espartanos.
También al verte imaginé las fu ...rias
de una guerra fatal y prolongada,
llena de ardor, de encantos, y de injurias;
este asedio tan largo de los días
ya fue previsto en tu primer mirada,
ya me venciste cuando sonreías.
vieron pasar a Helena, sorprendidos,
en un barco de remos repetidos,
y con asombro unieron sus dos manos;
y en el cielo sus rápidos hermanos,
sobre el puerto de Ilión inadvertidos,
anunciaron desastres, y sonidos
de guerra, y otros barcos espartanos.
También al verte imaginé las fu ...rias
de una guerra fatal y prolongada,
llena de ardor, de encantos, y de injurias;
este asedio tan largo de los días
ya fue previsto en tu primer mirada,
ya me venciste cuando sonreías.
miércoles, 17 de febrero de 2010
las palabras y lo mirado
después de dudar y arder
frente a un pequeño abismo,
cuando no hay nada que hacer más que
volver a contar las mismas
repetidas marcas de
las uñas en la pared
o
el refugio de la furia,
aún así se podrá contemplar
para siempre ya
cómo quedan
tejiendo otredades
las palabras y lo mirado
frente a un pequeño abismo,
cuando no hay nada que hacer más que
volver a contar las mismas
repetidas marcas de
las uñas en la pared
o
el refugio de la furia,
aún así se podrá contemplar
para siempre ya
cómo quedan
tejiendo otredades
las palabras y lo mirado
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