Los pies ahogados retornan, blancos, a donde se tienen todos los billetes para una lotería suspendida.
Eslabones de otoño conjuran tu nombre.
Y algo se oxida, incoercible, egoísta, en un rincón del frío, contra una vía muerta.
¿Qué cielo me inventa el celeste de la impostergable búsqueda?
¿Cuántas respuestas he de arrojarle a la esfinge antes de que me sorprendan las horas verdes?
Tiempo de rasguñar la piedra y ahuecar los ojos heridos de "Ultimo tango en París".
Y de esconder en vos pedazos de espejo, por si acaso las lágrimas ya no perfumen el camino de regreso a mí.
viernes, 6 de febrero de 2009
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